Como era de esperar, la vuelta al trabajo está siendo más dura de lo que esperaba. No es porque tenga depresión post-vacacional (que podría, viendo las vacaciones tan estupendas que he tenido), sino
por todo lo que ha venido en apenas 5 días, mucho follón y muchos imprevistos. Pero bueno, os cuento la
primera parte de mis vacaciones, el resto, en cómodas entregas.
El día 31 de Julio por la mañana eché el cierre al despacho. Quité la conexión del fax (para no recibir sorpresas inesperadas), dejé los bambués con agua en la cocina (para que tuvieran luz suficiente) y ordené el despacho en cómodos montones de trabajo pendiente (para Septiembre). Esa noche teníamos
fiesta de cumpleaños-sorpresa-ibicenca y había que prepararlo todo.
Tras una mañana de llamadas incesantes terminando de perfilar el regalo a comprar para nuestro homenajado, quedé con
la Pastora de los Dragones en ir a Decathlón a por la bici que le íbamos a regalar. Como éramos muchos, no había problema en rascarnos un poco el bolsillo y aportar una cantidad generosa en dicho regalo, sobre todo porque el zagal se lo merecía. Miramos, probamos y compramos. Pero a la hora de meter el susodicho regalo en el coche, aquello no cabía, ni por activa ni por pasiva. Por lo tanto,
tras numerosos esfuerzos, mi amiga decidió irse a casa montada en la bici y que yo me llevara su coche. Pues dicho y hecho.
Llego a la casa en la que habíamos quedado para la celebración, que iba a ser sorpresa y poco a poco fueron llegando los invitados. Todos llevamos algo para cenar y aquello era como si fuéramos a hacer una
degustación gastronómica (como siempre,
of course). Con la confianza que nos dan los años, el dueño del chalé nos dijo que hiciéramos lo que quisiéramos en la cocina, que él se iba a recoger su bici al centro, que estaba mal aparcada (jejeje).
El entorno se preparó adecuadamente con guirnaldas de luces, con globos y otros accesorios de cumpleaños. Hay que resaltar que
quedó espectacular la iluminación, obra y gracia del
Sr. Skyzos, que para eso tiene mucho arte.
En esto de que nos avisan de que están cerca del chalé el homenajeado y su amigo el gancho y nos preparamos. Al llamar, el anfitrión, le dice a nuestro amigo que pase a la terraza, que le va a enseñar la nueva mesa que ha comprado. A todo esto, nosotros gritamos
"¡Sorpresa!" cuando lo vemos aparecer y le cantamos el cumpleaños feliz.
Nuestro amigo se emociona y casi llora, no esperaba algo así, sobre todo porque su cumple fue el día anterior y nosotros no le dijimos nada. Cenamos, bebimos, disfrutamos del momento y, cuando sacamos la tarta, sacamos también el regalo. Es en ese momento cuando a mi amigo casi le da un pasmo, no se cree que tenga una bici como regalo de cumpleaños, no para de repetir que eso es un regalo muy caro, pero nosotros le decimos que somos muchos para regalar y que se lo merece.
El final de la fiesta merece un punto y aparte. Creo que con las fotos, será suficiente...
En el sofá de la terraza
Posando a lo Pataki
Posando a lo Beckham