viernes, 4 de febrero de 2005

Viernes literario

La aportación de esta semana viene en forma de prosa. La autora de este trozo de libro se llama Lourdes Ventura y es autora de las novelas "Fuera de Temporada" (1994), "Donde nadie nos encuentre" (1997), "Casa de Amantes" (2000) y "El poeta sin párpados" (2002). Ha publicado el ensayo "La Tiranía de la Belleza" (2000) y tiene una reconocida trayectoria como estudiosa de la literatura escrita por mujeres.

El trozo que os mando está sacado de “El poeta sin párpados”, obra en la que recrea una relación de amor deliciosa entre Bécquer y una joven de buena familia. La historia la cuenta una descendiente adolescente de la mujer, que descubre unos diarios con tapas de nácar y unos hechos que la llevan al Romanticismo del siglo XIX. El lenguaje en la novela es muy coloquial, con párrafos que suben y bajan de intensidad, como una conversación con una amiga. Espero que os guste tanto como a mí.

“Hay venas por las que palpitan expresiones como te quiero, I love you, Je t’aime, y esos murmullos de caña de azúcar corren por todo el cuerpo, deseando encontrar un modo de salir y cuando por fin se acercan a la boca brotan a la vez que los violines de una orquesta cíngara, y algunos hombres y algunas mujeres dicen: qué delicia este bolero, este reloj no marques las horas, qué delicia te recuerdo cómo eras en el último otoño, Neruda, qué delicia, qué encantador love me tender, los Beatles, Violeta de La Traviata, con esas ojeras desesperadas, Alejandro Sanz, corazón partío, todas las canciones de amor de la historia, todas las antologías de las mejores poesís sentimentales en todas las lenguas, llámame sólo amor, y me bautizaré de nuevo, amor; mi estación, lo dio Sylvia Plath en un libro que le he quitado a mi madre. Hay venas por las que corre a ratos esa dicha de las palabras apasionadas, y hay otras venas en tinieblas, mudas, con la sangre silenciosa, con el miedo en la punta de la lengua, mejor no decir I love you, te quiero, Je t’aime, qué pesadez, los boleros, qué espanto de corazón partío, mejor no decir nada, piensan algunos hombres, ¿para qué hay que decir nada?, ya se sabe, ¿no?, esas cosas se saben, es muy fastidioso que las mujeres te pregunten cien veces si las amas. ¿Me quieres?, preguntan, y a los cinco segundos vuelven a preguntar: ¿me quieres?; hace un mes que no me lo has dicho, hace dos siglos, quince minutos, hace una milésima de segundo que no me dices que me amas. Hay venas de caña de azúcar en las que flotan palabras de fiebre y venas que no tiene sabor ni temperatura y prefieren el silencio”