Así que cuando estuve entre los afortunados invitados a su boda, empecé a juntar cuatro euros cada vez que podía para plantarme en Córdoba y participar de su alegría.
Para que veáis que atenta y detallista es la mujer de Manifacero, al llegar al hotel nos dieron un sobre con sitios para visitar, dónde cenar, qué rutas hacer qué ella nos había hecho a los que veníamos de fuera. Por supuesto, después de una pequeña siesta, nos armamos de un plano en el hotel y de la guía que nos habían dado y nos fuimos a recorrer Córdoba.
En primer lugar, fuimos a la iglesia donde se celebraría la boda, por controlar el tiempo que tardaríamos en llegar desde el hotel (que también fue buscado por los novios) pero estaba cerrada y no pudimos ver nada. Así que continuamos callejeando y llegamos al Palacio de Viana, donde pudimos pasear por sus 17 patios, que son una belleza en si mismos y que dan un ejemplo claro de cómo puede organizarse una casa en torno a unas plantas y a una fuente.

Patio principal. Observad que las piedras que forman el suelo están colocadas de canto (y no planas), algo que vimos mucho en la zona antigua de Córdoba
Viendo que se nos echaba el tiempo encima, nos fuimos hacia la zona de la Mezquita-Catedral y hemos de decir que te la encuentras de repente, mientras vas callejeando entre calles estrechísimas. De golpe y porrazo, una estructura cuadrada que no hace presagiar lo que hay dentro... Como era tarde y de noche, ya estaba cerrada, pero le dimos la vuelta enterita y al final cenamos justo enfrente.
Como el hambre ya apremiaba, nos metimos en una taberna llamada "Bodegas Mezquita" y cenamos la mar de bien un menú de tapas. Imprescindible pedir berenjenas al Pedro Ximénez, que están deliciosas.
(Continuará...)