Termino ya con la disertación de mis cutre-vacaciones... (imaginad cómo será cuando os cuente el viaje de novios, jejeje).
El tercer día en Toledo nos levantamos y nos pegamos un superhomenaje a la gastronomía española dulce y salada en el bufé libre del hotel. No salimos rodando porque estamos ya hechos a hartarnos como si no hubiera mañana.
Tras recoger maletas, pagar el parking y dejar el hotel, nos fuimos hacia el Alcázar de Toledo, donde ahora se ubica el Museo del Ejército, con ánimo de pasar allí una calurosa mañana al abrigo del buen aire acondicionado.
El tercer día en Toledo nos levantamos y nos pegamos un superhomenaje a la gastronomía española dulce y salada en el bufé libre del hotel. No salimos rodando porque estamos ya hechos a hartarnos como si no hubiera mañana.
Tras recoger maletas, pagar el parking y dejar el hotel, nos fuimos hacia el Alcázar de Toledo, donde ahora se ubica el Museo del Ejército, con ánimo de pasar allí una calurosa mañana al abrigo del buen aire acondicionado.
Con edificaciones que se remontan a la época romana, el Alcázar de Toledo, situado en la parte más alta de la ciudad, en realidad ha estado ocupado desde tiempos prehistóricos y, tras la última restauración y acondicionamiento para el traslado desde Madrid del Museo del Ejército, se han descubierto los asentamientos más antiguos, los cuales se han dejado "al aire" para que todo el mundo pueda verlos.
La actual planta de gran edificio del Alcázar se debe a Carlos I de España (y V de Alemania), que en el S. XVI decidió remodelar las construcciones que allí había y construir un acuertelamiento en condiciones.
Si es famoso el Alcázar de Toledo en los últimos 100 años ha sido por el asedio de 70 días a los que se vieron sometidos los militares sublevados del frente nacional frente a las tropas republicanas en verano de 1936, que prácticamente lo redujeron a escombros. Queda como recuerdo sólo una sala quemada, tiroteada y conservada tal y como se quedó tras la guerra.
Pues ahora, en dicho Alcázar, se encuentra, como he dicho ya, el Museo del Ejército. Tuvimos la suerte de ver una exposición temporal sobre la guerra antes del S.XV, donde apreciamos todo tipo de armamento militar español desde la época prehistórica hasta dicho la unificación del país por los Reyes Católicos. Gran parte de las espadas, flechas y escudos íberos del Museo de Jumilla estaban allí, pudimos apreciar reproducciones de las torres de asedio romanas, todo tipo de espadas, corazas y armaduras, los primeros cañones, la reproducción de Tizona, la que dicen que es la espada del Cid Campeador, etc.
Tras eso, pasamos propiamente dicho a la exposición permanente del museo, donde te hartas de ver armaduras (muchas de ellas donadas por los grandes ducados españoles), espadas por doquier, arcabuces cañones, las primeras banderas, las primeras armas cortas de fuego, etc., etc. Sin exagerar, estuvimos 4 horas en el museo, donde apreciamos lo mucho que nos ha gustado a los españoles salir a guerrear por esos mundos de Dios.
Y, aunque hay partes realmente interesantes, eché mucho en falta que la parte dedicada al S.XX se hubiera desarrollado mucho más, habida cuenta de que se han sufrido dos guerras mundiales (si bien no tomamos parte directamente, sí hubo participación esporádica) y una cruenta Guerra Civil. Como anécdota, diré que no sé cómo Franco pudo entrar en el ejército, pues sólo medía 1'45 m., ni porqué no hay trajes del Rey (de los que ya no le vienen) como jefe de los Ejércitos o del propio Franco (como Generalísimo). Sí que están la máscara funeraria de la cara y las manos de Franco cuando se murió (sin interés ninguno) y, atención, un traje de Guardia Civil del Príncipe Felipe cuando tenía 14 años. Me dio la sensación de que se intentó pasar por la parte más violenta de nuestra historia reciente de puntillas, como si tuviéramos miedo de algo.
A destacar como cosas preciosísimas: el patio del Alcázar, que estaba preparado para un concierto, es genial y espectacular, con su doble piso; la casulla de Boabdil, último rey de Granada, elaborada ricamente en un tejido granate ya algo desvaído, pero muy bonita; la tienda de campaña -de campaña de guerra- de uno de los reyes Austrias que tuvimos; las armaduras del Marquesado de Medinaceli (o del Ducado de Medina-Sidonia) y una colección privada pequeñita, de un locolpijo por el ejército, que tenía armadura japonesa y mil y una cosas de miles de sitios lejanos, todos relacionados con el arte de matar. También hay una colección de soldaditos de plomo inmensa que da mucho qué pensar del que fue su propietario.
Cuando ya avisaban por megafonía de que nos quedaban sólo 30 minutos, estábamos buscando la salida como locos, y allá que nos fuimos a comer famélicos perdíos al Mcperro y, tras un helado, decidimos poner rumbo a Murcia, porque aún nos quedaban 4 horas de viaje.
El resumen es que ha sido un viaje muy interesante, en el que hemos visto una de las ciudades más bonitas de España, llena de sitios y recovecos para visitar, donde pudimos desconectar del trabajo sin problemas y de la que tendremos un precioso recuerdo.
La actual planta de gran edificio del Alcázar se debe a Carlos I de España (y V de Alemania), que en el S. XVI decidió remodelar las construcciones que allí había y construir un acuertelamiento en condiciones.
Si es famoso el Alcázar de Toledo en los últimos 100 años ha sido por el asedio de 70 días a los que se vieron sometidos los militares sublevados del frente nacional frente a las tropas republicanas en verano de 1936, que prácticamente lo redujeron a escombros. Queda como recuerdo sólo una sala quemada, tiroteada y conservada tal y como se quedó tras la guerra.
Pues ahora, en dicho Alcázar, se encuentra, como he dicho ya, el Museo del Ejército. Tuvimos la suerte de ver una exposición temporal sobre la guerra antes del S.XV, donde apreciamos todo tipo de armamento militar español desde la época prehistórica hasta dicho la unificación del país por los Reyes Católicos. Gran parte de las espadas, flechas y escudos íberos del Museo de Jumilla estaban allí, pudimos apreciar reproducciones de las torres de asedio romanas, todo tipo de espadas, corazas y armaduras, los primeros cañones, la reproducción de Tizona, la que dicen que es la espada del Cid Campeador, etc.
Tras eso, pasamos propiamente dicho a la exposición permanente del museo, donde te hartas de ver armaduras (muchas de ellas donadas por los grandes ducados españoles), espadas por doquier, arcabuces cañones, las primeras banderas, las primeras armas cortas de fuego, etc., etc. Sin exagerar, estuvimos 4 horas en el museo, donde apreciamos lo mucho que nos ha gustado a los españoles salir a guerrear por esos mundos de Dios.
Y, aunque hay partes realmente interesantes, eché mucho en falta que la parte dedicada al S.XX se hubiera desarrollado mucho más, habida cuenta de que se han sufrido dos guerras mundiales (si bien no tomamos parte directamente, sí hubo participación esporádica) y una cruenta Guerra Civil. Como anécdota, diré que no sé cómo Franco pudo entrar en el ejército, pues sólo medía 1'45 m., ni porqué no hay trajes del Rey (de los que ya no le vienen) como jefe de los Ejércitos o del propio Franco (como Generalísimo). Sí que están la máscara funeraria de la cara y las manos de Franco cuando se murió (sin interés ninguno) y, atención, un traje de Guardia Civil del Príncipe Felipe cuando tenía 14 años. Me dio la sensación de que se intentó pasar por la parte más violenta de nuestra historia reciente de puntillas, como si tuviéramos miedo de algo.
A destacar como cosas preciosísimas: el patio del Alcázar, que estaba preparado para un concierto, es genial y espectacular, con su doble piso; la casulla de Boabdil, último rey de Granada, elaborada ricamente en un tejido granate ya algo desvaído, pero muy bonita; la tienda de campaña -de campaña de guerra- de uno de los reyes Austrias que tuvimos; las armaduras del Marquesado de Medinaceli (o del Ducado de Medina-Sidonia) y una colección privada pequeñita, de un locolpijo por el ejército, que tenía armadura japonesa y mil y una cosas de miles de sitios lejanos, todos relacionados con el arte de matar. También hay una colección de soldaditos de plomo inmensa que da mucho qué pensar del que fue su propietario.
Cuando ya avisaban por megafonía de que nos quedaban sólo 30 minutos, estábamos buscando la salida como locos, y allá que nos fuimos a comer famélicos perdíos al Mcperro y, tras un helado, decidimos poner rumbo a Murcia, porque aún nos quedaban 4 horas de viaje.
El resumen es que ha sido un viaje muy interesante, en el que hemos visto una de las ciudades más bonitas de España, llena de sitios y recovecos para visitar, donde pudimos desconectar del trabajo sin problemas y de la que tendremos un precioso recuerdo.
2 comentarios:
cuando yo vivia en toledo iba a la biblio del alcazar a estudiar, la visteis? es una pasada...
hola, entré aquí por casualidad y me ha interesado mucho este último comentario dela biblioteca :)
gracias por compartir y un saludo para el blog!
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