Lo de dormir en la habitación de la hospedería no fue fácil, no. Más que nada porque el frío era tan intenso que sentía mi nariz helada y por más que me encogía para darme calor a mí misma, no lo conseguía. Más que nunca eché de menos el abrazo cálido de un dragón para que me diera su aliento y su calor interno, además de la ternura de su corazón*.
Mientras me dormía o no me dormía, oí varios golpes en la puerta. Pero mis piernas se negaban a salir de la cama al frío del pasillo y decidí no abrir, a pesar de que insistieron y de que me hubiera encontrado con una estampa la mar de simpática, lo siento AR y Terciopelo Azul, pero es que no podía.
Al día siguiente habíamos quedado a las 11 a desayunar. Pusimos el despertador a las 10.30, pero nos costó salir de las sábanas al pasillo helado y al baño sin agua caliente. Bueno, agua caliente sí había, pero no la suficiente como para ducharse, así que decidí que con lavarme la cara, los dientes y el tatuaje sería más que suficiente, que una es muy limpia y había salido duchaíca de su casa el día anterior a las 6 de la tarde y seguro que en apenas 18 horas no había acumulado tanta roña.
Poco a poco nos fuimos congregando en el comedor y comenzó la comanda de los desayunos que fueron de lo más variopintos, si no, a las pruebas me remito:
Yo opté por un vasico de leche caliente y por unas tostadas y Totó optó por una cerveza, un bocadillo de lomo a la plancha con tomate y un café con leche. Esto se fue ampliando hacia los demás comensales con más bocadillos de lomo a la plancha, con un plato de queso, con más tostadas con tomate, con más pan, con los restos de las tartas de la noche anterior... total, que nos pegamos una hinchá a comer antológica, como si la noche anterior no hubiéramos cenado ni nada.
Como había ya poco que hacer, porque el restaurante empezaba a llenarse de personas que habían ido a la misa del santuario, decidimos visitarla a ella, a la Virgen del Saliente:
Es una pequeña figura de madera policromada, del S. XVIII, de apenas 60 cm de altura, pero con una gracia y una singularidad que la hacen única. La devoción que se le tiene en la zona es muy grande, tanto que la iglesia se fue llenando de fieles que acudían a escuchar misa en el santuario. A ella se le reza, a ella se le pide, a ella se le ofrenda (estupendo camarín lleno de trajes de novia, de bautizo, de "L" de novatos en la conducción, de fotos, de cuadros, de cartas, de pelo, de miles y miles de retales de personas que han pasado por allí para pedir y agradecer.
Hacia la una del mediodía, el frío pedía algo caliente en el cuerpo. Famosa es la sopa de picadillo del restaurante de la Hospedería del Saliente, pero mi cuerpo no me pedía sopa, sino un caldito caliente, que me tomé con mucho gusto y al que me acompañaron dos cuerpos de los 16 de la expedición. El resto optó por vino o por cerveza, a la que me uní más tarde (porque el caldo calienta, pero no te quita la sed tan bien como una cervecita bien fresquita). El restaurante empezó a llenarse de parroquianos y nuestra mesa fue colocada estratégicamente en un lugar donde no pasaba desapercibida para nadie. Poco a poco se fueron sucediendo las bromas, los cachondeos, los platos de aperitivo, las cervezas y las coca-colas, las berenjenas fritas con miel, las albóndigas, el arroz...
También hubo tiempo para las fotos (pero no se pueden publicar, lo siento), para las palabras de agradecimiento a quien antes nos agradeció, para los postres caseros (magníficas natillas con galleta), para las risas, para las lágrimas (de risa), para los colgantes del móvil de la máquina a un euro, para los cotilleos de la gente del pueblo, para todo, para todo.
Fue un finde completísimo, que yo terminé un poco antes que el resto, me marché con antelación para poder ver a cierta persona y cenar en su compañía y en la de uno de sus mejores amigos.
Mientras me dormía o no me dormía, oí varios golpes en la puerta. Pero mis piernas se negaban a salir de la cama al frío del pasillo y decidí no abrir, a pesar de que insistieron y de que me hubiera encontrado con una estampa la mar de simpática, lo siento AR y Terciopelo Azul, pero es que no podía.
Al día siguiente habíamos quedado a las 11 a desayunar. Pusimos el despertador a las 10.30, pero nos costó salir de las sábanas al pasillo helado y al baño sin agua caliente. Bueno, agua caliente sí había, pero no la suficiente como para ducharse, así que decidí que con lavarme la cara, los dientes y el tatuaje sería más que suficiente, que una es muy limpia y había salido duchaíca de su casa el día anterior a las 6 de la tarde y seguro que en apenas 18 horas no había acumulado tanta roña.
Poco a poco nos fuimos congregando en el comedor y comenzó la comanda de los desayunos que fueron de lo más variopintos, si no, a las pruebas me remito:
Yo opté por un vasico de leche caliente y por unas tostadas y Totó optó por una cerveza, un bocadillo de lomo a la plancha con tomate y un café con leche. Esto se fue ampliando hacia los demás comensales con más bocadillos de lomo a la plancha, con un plato de queso, con más tostadas con tomate, con más pan, con los restos de las tartas de la noche anterior... total, que nos pegamos una hinchá a comer antológica, como si la noche anterior no hubiéramos cenado ni nada.
Como había ya poco que hacer, porque el restaurante empezaba a llenarse de personas que habían ido a la misa del santuario, decidimos visitarla a ella, a la Virgen del Saliente:
Es una pequeña figura de madera policromada, del S. XVIII, de apenas 60 cm de altura, pero con una gracia y una singularidad que la hacen única. La devoción que se le tiene en la zona es muy grande, tanto que la iglesia se fue llenando de fieles que acudían a escuchar misa en el santuario. A ella se le reza, a ella se le pide, a ella se le ofrenda (estupendo camarín lleno de trajes de novia, de bautizo, de "L" de novatos en la conducción, de fotos, de cuadros, de cartas, de pelo, de miles y miles de retales de personas que han pasado por allí para pedir y agradecer.
Hacia la una del mediodía, el frío pedía algo caliente en el cuerpo. Famosa es la sopa de picadillo del restaurante de la Hospedería del Saliente, pero mi cuerpo no me pedía sopa, sino un caldito caliente, que me tomé con mucho gusto y al que me acompañaron dos cuerpos de los 16 de la expedición. El resto optó por vino o por cerveza, a la que me uní más tarde (porque el caldo calienta, pero no te quita la sed tan bien como una cervecita bien fresquita). El restaurante empezó a llenarse de parroquianos y nuestra mesa fue colocada estratégicamente en un lugar donde no pasaba desapercibida para nadie. Poco a poco se fueron sucediendo las bromas, los cachondeos, los platos de aperitivo, las cervezas y las coca-colas, las berenjenas fritas con miel, las albóndigas, el arroz...
También hubo tiempo para las fotos (pero no se pueden publicar, lo siento), para las palabras de agradecimiento a quien antes nos agradeció, para los postres caseros (magníficas natillas con galleta), para las risas, para las lágrimas (de risa), para los colgantes del móvil de la máquina a un euro, para los cotilleos de la gente del pueblo, para todo, para todo.
Fue un finde completísimo, que yo terminé un poco antes que el resto, me marché con antelación para poder ver a cierta persona y cenar en su compañía y en la de uno de sus mejores amigos.
* Esto es un mensaje en clave, por si no lo habíais pillado.
** Esto es lo que se suele decir cuando se elevan las esculturas religiosas que van en procesión en determinados lugares para darse ánimos.
3 comentarios:
Hola,soy Willy y me alegra un monton que lo pasaras genial ese fin de semana y senti no poder asistir, tenia curiosidad como cualquiera, pero que le podemos hacer, el trabajo es el trabajo. Ya empiezo a conocer amigos tuyos, y la verdad son geniales.
Un saludo a todos.
Por Dior ke finde más completico, ke no les faltó de na.Y siencambio, muero por saber como fue la cena del Domingo noche...
Entretenido el blog, en realidad me quedé un rato leyendo : )
Publicar un comentario