El segundo día de nuestras vacaciones hicimos una visita al pueblo de Navalvillar de Pela, en Badajoz. Allí estaba un amigo de Mr. Osako, pasando unos días de descanso con la familia, su tío tiene una gran mansión (con piscina interior y exterior, no digo más) y nos invitaron a comer. Muchas risas, un buen baño y visita a dos lugares emblemáticos para mi señor churri: Casas de Don Pedro y el Embalse del Orellana.
Mr. Osako delante del cartel que nos llevaba al pueblo. En el vivió un verano intenso cuando era un niño y le hizo mucha ilusión volver.
El embalse de Orellana es uno de los más grandes de España, de hecho se le llama la "Costa Dulce" y tiene una parte habilitada para deportes naúticos y otras para el baño, como ésta de arriba.
Mr. Osako y yo frente al Orellana. No lo podéis ver, pero su cara era de plena felicidad.
En la vuelta a Aljucén (y a nuestra adorada piscinica) me encantó ver que en las zonas de las Vegas Altas del Guadiana se cultiva ¡¡arroz!! a cascoporro y mucho maíz.
Y esa noche, como teníamos entradas para el teatro, cenamos pronto y nos fuimos a pasar una de las mejores noches que he pasado nunca: ver una obra de teatro en el Teatro Romano de Mérida.
La ocasión la pintaban calva y hubiera sido una locura desperdiciar la oportunidad, por eso nos gastamos nuestros buenos cuartos en unos asientos de palco (muy agradecidos, por otro lado). La excitación iba en aumento conforme íbamos llegando al teatro. Ver la marea de gente que iba entrando era sensacional. Pero sentarse justo en el centro de la grada (estábamos al lado de los técnicos de sonido y exactamente en el centro-centro del teatro), ver el teatro lleno de gente hasta la bandera, eso es algo que no se puede explicar con palabras. Se me pusieron los pelos como escarpias a pesar del sofocante calor que hacía.
De repente, toca la orquesta (municipal de Mérida) y comienza la función. Una obra, Lisístrata, interpretada en sus papeles principales por hombres (a pesar de los papeles femeninos) y con Paco León como artista principal, que nos hizo reír hasta casi las lágrimas y que nos gustó mucho, muchísimo. Una noche que no voy a olvidar nunca, os lo aseguro.
(Continuará...)
En la vuelta a Aljucén (y a nuestra adorada piscinica) me encantó ver que en las zonas de las Vegas Altas del Guadiana se cultiva ¡¡arroz!! a cascoporro y mucho maíz.
Y esa noche, como teníamos entradas para el teatro, cenamos pronto y nos fuimos a pasar una de las mejores noches que he pasado nunca: ver una obra de teatro en el Teatro Romano de Mérida.
La ocasión la pintaban calva y hubiera sido una locura desperdiciar la oportunidad, por eso nos gastamos nuestros buenos cuartos en unos asientos de palco (muy agradecidos, por otro lado). La excitación iba en aumento conforme íbamos llegando al teatro. Ver la marea de gente que iba entrando era sensacional. Pero sentarse justo en el centro de la grada (estábamos al lado de los técnicos de sonido y exactamente en el centro-centro del teatro), ver el teatro lleno de gente hasta la bandera, eso es algo que no se puede explicar con palabras. Se me pusieron los pelos como escarpias a pesar del sofocante calor que hacía.
De repente, toca la orquesta (municipal de Mérida) y comienza la función. Una obra, Lisístrata, interpretada en sus papeles principales por hombres (a pesar de los papeles femeninos) y con Paco León como artista principal, que nos hizo reír hasta casi las lágrimas y que nos gustó mucho, muchísimo. Una noche que no voy a olvidar nunca, os lo aseguro.
(Continuará...)
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