El sábado anterior al Domingo de Ramos estaba malita y no pude dar mis clases en el pueblo de los invernaderos perdidos. Por lo que ayer tenía que recuperar horas por la tarde, después de las clases de la mañana. Como volverme a casa y luego tirar otra vez p'a las clases no era buena opción, me quedé por la zona a comer.
Mi idea era irme a un centro comercial que está entre dos aguas. Me busqué las instrucciones por el google maps para llegar a tiempo y me encaminé hacia mi destino.
Y me perdí.
Porque no es lo mismo girar por la siguiente rotonda para F-11 que coger la carretera que va a Villanueva de las Balsas Chicas. Sobre todo si las señales de tráfico señalan los nombres de los pueblos, pero no los números de las carreteras.
Pero como me gusta conducir y los letreros indicaban que iba por un camino más o menos acertado, yo seguí la carretera, pasando por el Puente de la Luz y por el del Agua, por el hotel a lunares y el restaurante davinciano, por los polaris mexicanos y, de repente, llegué a la carretera que desemboca en los juzgados del cubo con claraboya.
Y ahí ya me conocía el camino. Y volví a pasar junto al cuartel de la guardia civil que tiene un avión en su patio interior y junto al estadio de fútbol de nombre sonoro y vi un lavadero de coches que se llama Sr. Miyagui (una idea genial).
Y comí solita en una pizzería unos canelones de atún que casi me abrasan la boca y me tomé un helado por el que me clavaron 4.20 euros.
Y volví hacia el pueblo de los invernaderos perdidos, contemplando un cielo gris y unas nubes de algodón de azúcar, con un sol espléndido que iluminaba los campos de alfalfa verde, las cunetas de margaritas amarillas y las amapolas de los campos yermos, dándole a la vida un color inusual y precioso.
Y sólo fue una alumna a dar clase. Por lo que le expliqué lo que ella quiso que le explicara. Una clase a su medida, para ella, en exclusiva. Los demás, desaparecidos en combate.
Luego querrán aprobar.
Mi idea era irme a un centro comercial que está entre dos aguas. Me busqué las instrucciones por el google maps para llegar a tiempo y me encaminé hacia mi destino.
Y me perdí.
Porque no es lo mismo girar por la siguiente rotonda para F-11 que coger la carretera que va a Villanueva de las Balsas Chicas. Sobre todo si las señales de tráfico señalan los nombres de los pueblos, pero no los números de las carreteras.
Pero como me gusta conducir y los letreros indicaban que iba por un camino más o menos acertado, yo seguí la carretera, pasando por el Puente de la Luz y por el del Agua, por el hotel a lunares y el restaurante davinciano, por los polaris mexicanos y, de repente, llegué a la carretera que desemboca en los juzgados del cubo con claraboya.
Y ahí ya me conocía el camino. Y volví a pasar junto al cuartel de la guardia civil que tiene un avión en su patio interior y junto al estadio de fútbol de nombre sonoro y vi un lavadero de coches que se llama Sr. Miyagui (una idea genial).
Y comí solita en una pizzería unos canelones de atún que casi me abrasan la boca y me tomé un helado por el que me clavaron 4.20 euros.
Y volví hacia el pueblo de los invernaderos perdidos, contemplando un cielo gris y unas nubes de algodón de azúcar, con un sol espléndido que iluminaba los campos de alfalfa verde, las cunetas de margaritas amarillas y las amapolas de los campos yermos, dándole a la vida un color inusual y precioso.
Y sólo fue una alumna a dar clase. Por lo que le expliqué lo que ella quiso que le explicara. Una clase a su medida, para ella, en exclusiva. Los demás, desaparecidos en combate.
Luego querrán aprobar.
3 comentarios:
yo también tengo días que doy clase particular (siempre digo, mira, estoy rejuveneciendo a mis días de estudiante...)
y claro que querrán aprobar, claro que sí, no lo dudes.
Aprobar no, querrán que los aprueben y será tú culpa si no les has enseñado lo que necesitan para aprobar. Que Murcia será «no típica» pero España y yo somos así.
Faltaría más!
Si yo le contara la Murcia profunda como es...
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