Deseo
ser madre algún día.
Pero también deseo poder decidir si seguir
adelante con un embarazo no deseado, con un embarazo de un feto
malformado o con un embarazo que pueda poner en riesgo mi vida.
Con la reforma del Código Penal y de los supuestos legales de aborto (ahora, más ilegales que nunca), Gallardón aboca a miles de mujeres, mayores o menores, a poner en riesgo su vida en clínicas abortivas clandestinas o a tener que viajar al extranjero para poder abortar en condiciones sanitarias óptimas.
Siempre recordaré mi primera asistencia del turno de oficio: fue a una mujer acusada de robar a su vecina. El objetivo del robo era pagar 80.000 pesetas en una clínica abortiva porque, con 24 años, ya tenía 3 hijos y no podía permitirse otro. La nula educación sexual que tuvo la llevó a mantener relaciones sexuales sin método anticonceptivo con 18 años y quedó embarazada de su primer hijo. Los siguientes hijos vinieron en similares circunstancias. Sin embargo, la pobreza en la que vivía le impedía criar adecuadamente a los hijos que ya tenía y no quería tener otro más, de ahí que quisiera abortar y necesitara el dinero para ello.
Algunos pueden pensar que ese problema se podría haber solucionado dando el niño en adopción. Puede ser, no lo sé.
La cuestión es que, en manera de elección sobre un embarazo, volveremos a 1985, época en la que el aborto era delito para el que lo practicaba como profesional médico o enfermero, como simple "hacedor" del aborto o como madre que quería abortar. Meteremos en la cárcel a aquellas mujeres que no desean tener un hijo, independientemente de si han sido violadas y han quedado embarazadas, de si será sano o de si se pondrá en peligro la vida de la madre. Qué más da, serán delincuentes a los ojos de los tribunales.
Poco me importa si lo serán a los ojos de Dios, porque no creo en él, las consideraciones morales de cada uno, que queden para cada uno. De la misma manera que yo respeto la religión de otros, que otros respeten mi moralidad, sobre todo cuando la misma me atañe solo a mi y a nadie más. No olvidemos que un feto no es una persona, lo será cuando haya vivido completamente desprendido del útero materno, pero mientras esté dentro del cuerpo de una mujer no es una persona y el aborto no puede ser considerado como homicidio o asesinato.
A partir de la aprobación de esa reforma que impulsa el ministro Gallardón las mujeres acudirán a abortar a clínicas clandestinas, con mala gestión, peor salubridad y malas artes. También podrán acudir de fin de semana a Londres, con un bonito pack de aborto más alojamiento y desayuno.
Y digo yo, si el señor Gallardón no va a tener mi embarazo, ¿por qué debe decidir de antemano si yo puedo abortar o no?
Para leer, Clandestinas, de Elvira Lindo, columna que suscribo palabra por palabra.