Vuelvo con el viaje a Córdoba.
Tras cenar y algo cansados por el viaje y el paso, nos fuimos camino al hotel, si bien pasamos delante de la oficina de Turismo y decidimos entrar a ver. Nos dieron la feliz noticia que los sábados la Mezquita abría a las 8.30 y que hasta las 10 era gratis. Ni cortos ni perezosos, tras levantarnos temprano y desayunar a lo bufé libre y como si no hubiera mañana, a las 8.30 estábamos en la Mezquita, para empaparnos de todo.
Entramos por una de esas puertas sin fuste, que parece que lo que te vas a encontrar dentro es poco menos que nada y, de repente, te encuentras con ésto:
Patio de los Naranjos, con la torre de la Catedral
Curiosa fuente del Patio de losNaranjos, con un mecanismo móvil accionado por el agua
Y es que como todo lo moro, la Mezquita engaña, dando una imagen probretona por fuera, pero magnífica por dentro, sí señor. Una vez en el patio, quisimos entrar al edificio por la puerta principal de la Mezquita, que es ésta, pero no se puede, así que nos fuimos a la esquina, que es por dónde hay que entrar.
Una vez dentro, entiendes porqué hay que entrar por la esquina, ya que la sensación al ver el bosque de columnas desde uno de los estremos es indescriptible...
Y vas andando y vas viendo pequeños detalles que te embargan de belleza. Ahora entiendo a Stendhal cuando entró en la Basílica de la Santa Cruz y le dio un parraque. Una de las cosas más bonitas es el techo del mirhab, bellamente trabajado con formas geométricas perfectas.
Poco a poco se va llegando al meollo de la cuestión y te encuentras con la unión de la mezquita con la catedral...
Vaya por delante que la catedral está en medio de la mezquita y me pareció una pastelada de merengue increíblemente horrible, vamos, que no me gustó nada. Además, las maneras que tuvieron algunos de los trabajadores de la catedral de prohibirnos hacer fotos mientras estaban haciendo misa (las fotos eran del techo) fueron de lo más groseras, al menos deberían poner carteles que indicaran que no se deben hacer fotos durante los oficios. Nos gustó, eso sí, el trabajo de madera del coro y uno de los púlpitos, de una escultura magistral.
Pero el tiempo se nos echaba encima, así que terminamos de ver todo y nos marchamos, en taxi, como los ricos, al hotel, que la boda a la que habíamos ido merecía estar superpresentables.
Tras cenar y algo cansados por el viaje y el paso, nos fuimos camino al hotel, si bien pasamos delante de la oficina de Turismo y decidimos entrar a ver. Nos dieron la feliz noticia que los sábados la Mezquita abría a las 8.30 y que hasta las 10 era gratis. Ni cortos ni perezosos, tras levantarnos temprano y desayunar a lo bufé libre y como si no hubiera mañana, a las 8.30 estábamos en la Mezquita, para empaparnos de todo.
Entramos por una de esas puertas sin fuste, que parece que lo que te vas a encontrar dentro es poco menos que nada y, de repente, te encuentras con ésto:
Patio de los Naranjos, con la torre de la Catedral
Curiosa fuente del Patio de losNaranjos, con un mecanismo móvil accionado por el agua
Y es que como todo lo moro, la Mezquita engaña, dando una imagen probretona por fuera, pero magnífica por dentro, sí señor. Una vez en el patio, quisimos entrar al edificio por la puerta principal de la Mezquita, que es ésta, pero no se puede, así que nos fuimos a la esquina, que es por dónde hay que entrar.
Una vez dentro, entiendes porqué hay que entrar por la esquina, ya que la sensación al ver el bosque de columnas desde uno de los estremos es indescriptible...
Y vas andando y vas viendo pequeños detalles que te embargan de belleza. Ahora entiendo a Stendhal cuando entró en la Basílica de la Santa Cruz y le dio un parraque. Una de las cosas más bonitas es el techo del mirhab, bellamente trabajado con formas geométricas perfectas.
Poco a poco se va llegando al meollo de la cuestión y te encuentras con la unión de la mezquita con la catedral...
Vaya por delante que la catedral está en medio de la mezquita y me pareció una pastelada de merengue increíblemente horrible, vamos, que no me gustó nada. Además, las maneras que tuvieron algunos de los trabajadores de la catedral de prohibirnos hacer fotos mientras estaban haciendo misa (las fotos eran del techo) fueron de lo más groseras, al menos deberían poner carteles que indicaran que no se deben hacer fotos durante los oficios. Nos gustó, eso sí, el trabajo de madera del coro y uno de los púlpitos, de una escultura magistral.
Pero el tiempo se nos echaba encima, así que terminamos de ver todo y nos marchamos, en taxi, como los ricos, al hotel, que la boda a la que habíamos ido merecía estar superpresentables.