Hoy pensaba poner algo bonito en el blog, después de tanto tiempo sin actualizar en condiciones, pero he visto una noticia resaltada por La Nena que me ha parecido poco menos que indignante.
Resulta que el
"recién nombrado obispo de S. Sebastián, José Ignacio Munilla, ha asegurado en declaraciones a la Cadena SER que existen males mayores que el que está sufriendo el pueblo de Haití tras el potente terremoto que asoló Puerto Príncipe hace dos días. Para Munillla, mucho peor que las muertes, el dolor y el caos instalado en la isla caribeña, donde los muertos superan ya los 50.000, es nuestra pobre situación espiritual y nuestra concepción materialista de la vida. Son dos defectos que caracterizan a nuestra sociedad, en opinión del obispo, y por los que deberíamos llorar" (enlace a la web de El País,
aquí)
Quisiera que cada uno reflexionara sobre estas palabras y me dijera lo que piensa de verdad ante las mismas, yo os voy a dejar mi reflexión.
La primera impresión que me han dado las palabras ha sido ésta:
"y lo dice uno que, para hacer su trabajo, se viste con ropas preciosas, bordadas en oro, portando joyas de gran valor y realizando el mismo en lugares en los que se atesoran grande obras de arte y otrs delicias mundanas, eso sí, dedicadas al Altísimo".Y es que
cada año que pasa me vuelvo más escéptica a todo lo que huela a Iglesia. Si leemos el
Evangelio de Jesús que ellos tanto defienden a capa y espada vemos a un personaje que
vivió su vida COMPARTIENDO lo que tenía con los más necesitados, con los más pobres, con aquéllos que no sólo requerían alimento espiritual, sino también alimento físico. Sin embargo, no son esas las palabras que publican desde sus púlpitos.
Si Dios es amor, si Dios es compartir, por favor, comparte. Porque si Jesucristo volviera a la Tierra (en el hipotético caso de que creamos en su existencia) seguro que se daría de cabezazos contra las puertas de San Pedro en el Vaticano de ver lo que su iglesia ha construído sobre sus enseñanzas.
Creo que no se puede comparar la enorme desgracia de que una ciudad y sus aledaños se haya destruído casi por completo en el país más pobre de América con que nosotros seamos materialistas y pobres de espíritu.
Y no me refiero ya a que los haitianos hayan perdido las posesiones materiales, no,
me refiero a que se han perdido todas las infraestructuras que había: no quedan hospitales en pie, no hay oficinas del gobierno, no queda ni rastro de la sede de la ONU, los equipos de emergencia que están llegando no saben dónde acudir, no se puede repatir en condiciones idóneas la ayuda llegada, no hay petróleo para hacer funcionar los equipos electrógenos y que se puedan montar hospitales de campaña en condiciones, los cadáveres se amontonan en las calles, hay riesgo de enfermedades como el cólera... y un largo etcétera.
Pero nuestra Iglesia Católica está más preocupada por la pobreza espiritual. En realidad lo que ha querido decir es que
está muy preocupada porque la gente ya no llena las iglesias los domingos en misa de 12 y que sus ingresos por marcar la casilla de la Iglesia en el IRPF han descendido. Son una institución religiosa que, con sus actos, declaraciones y posicionamiento ante los grandes problemas de hoy día no está ganando adeptos precisamente.
Si de algo estoy segura es que
habrá un gran número de personas en nuestro país que, pobres de espíritu (y también de bolsillo, que estamos en crisis) se acercarán a una entidad bancaria y pedirán, por favor, que se ingresen 10, 15, 20 ó 60 euros en la cuenta de la
Cruz Roja, de
Médicos sin Fronteras, de
UNICEF, en
Bomberos sin Fronteras o de cualquier otra ONG que sabemos que llevará ayuda a Haití.
Personalmente, soy socia de Cruz Roja, no estoy pasando por un buen momento económico, pero ya he hecho mi aportación extra. Y soy muy pobre de espíritu, tanto, que no creo en ningún tipo de Dios, ni de iglesia establecida. Pero sí creo en las personas que trabajan por llevar un poco de luz a los lugares que lo necesitan.
Y creo que Haití actualmente está muy necesitado. Que cada cual acalle su conciencia como quiera.